Un prólogo necesario
En 1957 en una librería de libros viejos emcontré un pequeño cuaderno de poesía. Era el primer libro de Nicolás Guillén, en húngaro, con versiones del magnífico traductor literario Endre Gáspár. Me enamoré de su poesía, y empecé a estudiar español, luego hice mis primeras versiones de sus poemas. Escribí una carta a Nicolás Guillén, con errores gramaticales, pero llamándole el mayor poeta latinoamericano. Fue el momento del poema Pero señor, escrito por Guillén en 1958, después de abandonar París por vencimiento de su pasaporte y no haber logrado autorización para viajar a México o Venezuela: «En México me cerraron / la puerta que da al país…», y: «Hacia Caracas partí / cuando el sol recién nacía, / pero señor,/ se me hizo noche de pronto, / que al mediodía.» Tiempo después Guillén me respondió diciendo en su carta que dentro de poco nos encontraríamos en Budapest o en La Habana. Este fue mi primer contacto con Cuba.
En abril de 1961, en momentos de Playa Girón, escribí mi primer poema sobre la Isla.
Termina con una estrofa que dice: «En la trinchera de nuestros errores / en vano se esconden los mercenarios / Cuba, juntos lucharemos hasta el final, / nuestra guerra indivisa.» Llevé el poema al periódico Népszabadság, periódico del Partido Obrero Socialista Húngaro. Me rechazaron la publicación argumentando que Cuba no era un país socialista. El 19 de abril de 1961 Fidel Castro declaró oficialmente el caracter socialista de la Revolución Cubana. Pero el poema no se publicó, hasta un año después, en mi primer libro titulado Dirige las nubes.
En mi país recibieron recelosamente los mensajes de la Revolución Cubana, y a pesar de las declaraciones formales sobre la solidaridad, Cuba seguía siendo oveja negra entre los países llamados socialistas.
En la segunda mitad de los años 60 se publicaron, en la prensa húngara varios artículos contra los movimientos revolucionarios de América Latina, particularmente contra Ernesto Che Guevara, y después de su muerte heróica en Bolivia, su Diario no se publicó en húngaro. Los ataques llegaron hasta la selva boliviana. El 8 de septiembre de 1967 Che Guevara escribió en su Diario:
«Un diario de Budapest critica al Che Guevara; figura patética y, al parecer irresponsable y saluda la actitud marxista del Partido Chileno que toma actitudes prácticas frente a la práctica. Cómo me gustaría llegar al poder, nada más que para desenmascarar cobardes y lacayos de toda ralea y refregarles en el hocico sus cochinadas.»
Un año después, en octubre de 1968, escribe el profesor venezolano Pedro Duno que en la Unión Soviética el partido «comienza a servir inevitablemente a los intereses contrarios de la clase obrera y se inicia un proceso que culmina con la restauración del capitalismo por vías pacíficas.»
Al Che Guevara lo condenaron en mi país como un hereje del marxismo. Su tesis más hereje para los oportunistas fue su planteamineto siguiente: «¿Cuál es la contradicción principal de la época? Si esta fuera la de los países socialistas y los imperialistas o entre estos y sus clases obreras, el papel llamado tercer mundo se vería muy disminuido. No obstante hay cada vez más serias razones para considerar que la contradicción principal es entre naciones explotadoras y pueblos explotados.» Che Guevara añade: «No estoy en condiciones de iniciar aquí un intento de demostración de este hecho y de cómo no se opone a la caracterización de la época como de paso al socialismo. Esto nos llevara por engorrosos caminos laterales y precisaría de abundantes datos y argumentaciones. Lo dejo como una suposición que la práctica indica.»
Los poetas de mi generación, llamada por una antología publicada en 1958 los poetas de Danza del fuego, salieron en defensa del Che Guevara.
Cito el poema de Mihály Ladányi, un fragmento de su poemario titulado Música de guitarra en el que rindió el mayor homanaje poético, en Hungría, al guerrillero heróico:
Cuelga tu arma en mis hombros
Antes que
en el privado cabaret llamado Bienestar
como un intelectual solitario desprecie al mundo
antes que
a mi pobre amada la cambie por damas de brillantes
en un minuto de sinsabor y olvido,
déjame acompañarte por la húmeda calle
y síntamos en los zapatos rotos
el fluir de las aguas y el lodo frío
mientras tanto fumemos el último cigarro,
¡cuelga tu arma en mis hombros
y tenga yo el apretón de la cincha
y cantemos a la Revolución!
Que de calor se llenen los rostros de los niños pobres,
derribemos la estatua de los saqueadores,
destruyamos la mesa de los banqueros
y que de sueños sin egoismo se llene el corazón.
Acompañarte quiero
antes de que
yo también olvide tu nombre.
(Cuelga tu arma en mis hombros, versión de Yolanda Ulloa)
Para nosotros, Cuba fue el símbolo de la esperanza. Yo cité contra «los valientes de barricadas de oficinas», contra «los héroes de párrafos» y contra «los oradores de brindis de parlamentos los que levantan las copas en los banquetes» el nombre del Che Guevara y de Ho Shi Minh, hablando de Wladimir Ilich en las junglas y en el fondo de las cárceles, y escribí una variación sobre un poema de César Vallejo diciendo: «Charlan sobre la paz junto a la horca. / ¿Conferenciar, después, sin un revólver?» La falsa solidaridad me inspiró a escribir un epigrama irónico:
Vienen, sacan declaraciones, regresan de repente.
El rico apoya al pobre pariente.
(Delegaciones)
Llegué a Cuba por primera vez en 1963. Mi primer amigo cubano fue Fayad Jamís, lo conocí en el mismo año en La Habana. Antes de salir de Budapest leí las primeras versiones de los poemas de Attila József, hechas por el poeta cubano, para mí aún desconocido.
Recuerdo bien nuestro primer encuentro. Me regaló un ejemplar de su libro titulado Los puentes, y escribió en un sobre la primera estrofa de un poema de Attila József:
Áron József me engendró,
jabonero que en el mar
un día se fue a segar
yerbabuena, y no volvió.
(Áron József me engendró)
En la versión de Fayad Jamís escuché el son guilleniano. Como si el poema Áron József me engendró lo hubiera escrito el joven Nicolás Guillén.
Leyendo los poemas de Los puentes de Fayad Jamís conocí al Robinson Crusoe de París, al vagabundo del alba, al compañero del mendigo y del albañil que vivió de tal modo en aquella «terrible hermosa grande ciudad que se llama París» como treinta años antes había vivido el joven poeta húngaro. Hay gran similitud entre sus voces. Anarquismo e ideas revolucionarias, surrealismo y expresionismo, influencia de Rimbaud y Apollinaire surgen casi del mismo modo en los poemas de Attila József de No soy yo quien grita y de Fayad Jamís de Los puentes. Por eso el Robinson Crusoe de París descubrió en versiones francesas la poesía de Attila József y empezó a traducirla, tarea que realizó luego con la ayuda de varios hispanistas húngaros.
Para Fayad Jamís traducir a Attila József era igual que escribir su propia poesía.
Es decir fue una de sus aventuras valientes. En 1964 me escribió:
«Al fin dejé, hace como dos meses, mi trabajo periodístico. En la actualidad, según has de suponer, dispongo bastante tiempo para mi trabajo creador. Ya estoy metido de lleno en mi poesía, en mi pintura, y, desde luego, en otras tareas que me son igualmente preciosas. También estoy trabajando en Attila. Está muy adelantado…Ya está en proceso (entregada a La Editora Nacional) la primera revista de POESÍA (este mismo es su título). La revista está dirigida por mí. En este primer número, que aparecerá en enero o febrero, van varios – no recuerdo si diez – poemas de Attila, naturalmente acreditados, en lo que respecta a las versiones castellanas, a ti y a mí.»
En mi segundo viaje a Cuba, en 1972, trabajaba con Eliseo Diego y con David Chericián sobre las nuevas versiones castellanas de Sándor Petőfi, traducido primera vez al español por Diego Vicente Tejera, constante luchador por la independencia de Cuba. En la «tercera edición aumentada» de sus Poesías, publicada en París en 1893, aparecen sus versiones de los poemas de Petőfi bajo el título Cantos Magiares. Pero en sus retraducciones había un cierto sabor rancio – ese gusto a la retórica característica de la poesía española del siglo XIX, mientras tanto la verdadera voz de Petőfi fue mucho más cercana a la de José Martí. Por eso preparamos las nuevas versiones que fueron realizadas sobre traducciones «en bruto» al español. Para mostrar algo de este trabajo minucioso cito un fragmento del ensayo de Eliseo Diego, Sobre una traducción de Sándor Petőfi, donde dice que al leer una traducción «en bruto» al español, de un poema de Petőfi, La poesía, el recuerdo de Martí le asaltó al punto.
Dice: «La cercanía así entrevista entre los dos influyó en nuestro tratamiento del desarrollo de la versión. Decidimos no rehuir las resonancias que instintivamente comenzaban a presentarse. En cuanto al ritmo, Simor había propuesto versos de diez u once sílabas, a escoger, como los más capáces de evocar el original. Nos decidimos por el endecasílabo, cuya libérrima energía lo hace en nuestro idioma el vehículo natural de la pasión desbordante, siendo, además el metro de los Versos Libres. Nos pareció lícito el empleo ocasional del eneasílabo: lo justificaba el entrecortado fluir de la pasión – ya sugerido por el corte mismo de los versos –, y, utilizábamos las variantes más próximas al endecasílabo, no perdería mucho el ritmo general del poema y ganaríamos en naturalidad, ahorrándonos esa enajosa necesidad de „rellenar” el verso en que tan a menudo naufragan aún las buenas traducciones.»
Pero es diferente traducir a un clásico y traducir a un poeta a quien el poeta traductor lo considera como si fuera su contemporáneo. Para Fayad Jamís Attila József fue un poeta pariente, como si fuera miembro de su generación, compañero del salvadoreño Roque Dalton o del guatemalteco Otto René Castillo, o del venezolano Víctor Valera Mora. Y sobre todo hermano del gran peruano, César Vallejo. En una carta escrita en 1964 me dice: «No sé si los compañeros húngaros se sentirán defraudados cuando vean que los poemas más largos de Attila, y a veces los más importantes, van en verso libre. Pero yo, honradamente, creo que así quedarán mejor, a menos que yo dedicara a esta tarea un tiempo muchísimo más largo (acaso un par de años.)»
Tampoco olvidemos esta diferencia en caso de mis poemas cubanos.
Yo conocí a Yolanda Ulloa, en Budapest, en 1975, cuando cursó estudios de superación profesional en el Instituto Superior de Artes Escénicas de nuestro país en disciplina de Expresión Corporal y Técnica del Movimiento con vestuario y accesorios de época con el profesor János Kőszegi. Un año después fue publicado su primer libro de poemas titulado Los cantos de Benjamín. Ella, en aquel entonces, empezó a realizar versiones de los poemas de los poetas de mi generación, los de la Danza del fuego.
En el presente libro en que salen algunas de las versiones viejas, realizadas por Fayad Jamís, Eliseo Diego y David Cherecián, el grueso de las versiones es trabajo de Yolanda Ulloa. Tengo que aclarar que los poemas que aparecen en este libro no todos fueron escritos originalmente en verso libre, sino muchos de ellos han nacido en versos rimados formando estructuras regulares. Yolanda Ulloa siguió el método que había utilizado Fayad Jamís al traducir los poemas de Attila József, y se dejó llevar por la propia corriente de su voz y por la más abierta de su idioma en estos tiempos, y realizó las versiones en verso libre, como ella una vez me dijo: «en verso libre que es libre como el mar.» Tenemos que recordar que la rima castellana carece de la flexibilidad que caracteriza a la húngara.
Espero que mis poemas mantengan su mensaje en este nuevo ropaje.
Y algo más. Después de 1989 cuando un terremoto político transitoriamente acabó con la orientación socialista de la sociedad en mi patria, Cuba seguía siendo y es el símbolo de la esperanza para mí. Su existencia asegura que el verdadero equilibrio del mundo será mantenido por los pueblos y no por los grandes imperios subdesarrollantes de la gran parte de la humanidad. Por eso escribí:
Último, loco amor,
lo único que me quedó,
mientras todo se cae en pedazos,
por lo menos guárdate tú.
(Plegaria)
András Simor
DIARIO DE LAS CALLES
Tal vez en esta casa
Mi amante tal vez vive en esta casa.
Tiende la ropa,
habla con el viento
y no sabe que por aquí camino.
Entra en la tienda, donde no estoy,
habla con el panadero a quien no conozco,
sube a la guagua,
compra pan,
el tirante del ajustador le sale de su blusa blanca.
Tal vez la busco en otra calle,
distraído me paro a su lado
y olvido dirigirle la palabra.
Pero ella me espera desde hace mucho tiempo
y aparta el rostro cuando escucha
los piropos que le dicen los muchachos de la plaza.
Versión de Yolanda Ulloa
Colón moderno
Tamborileo en la noche aquí soy el moderno Colón
Como un velero balanceándose es este bar comentan los borrachos
el tabernero es una sombra que si lo tocas desaparece
tomo la cerveza como pescado tengo hambre en el vagabundeo de la noche
una vieja le grita fuerte a una muchacha que se está contoneando
«¡¿Usted desea ir a Miami con esta cara de noche oscura?!»
Qué canción tarareas pequeña taberna de Cuba asombrando al extranjero
en la esquina chifla el amor mi amante está lejos
San Lázaro empieza a bailar aquí lo nombran Babalú Ayé
bebe por la revolución no por una encíclica del papa
«¡Babalú nunca está enfermo, en lugar de él Lázaro está muriendo!»
el negro se robó la luna y brilla en su boca
ellos escriben esta poesía yo solamente apunto en solfa su canción
Versión de Yolanda Ulloa
Diario de las calles
Por qué estoy caminando entre los borrachos y los amantes
En el bar canta un negro un mendigo en cuclillas ante el umbral
tal vez le pide limosnas a Changó palpa los centavos
A nadie conozco soy sólo el amante de la ciudad
me embriago con el viento del mar prosigo mi camino tambaleándome
aquí bebí un coñac albanés Qué vino bebe el mundo
Una mujer muy gorda en la piedra de la calle con un niño dormido en el seno
Esto no es una imagen exótica No soy Jimmy ni John
La piel de mi amante echa una sombra oscura en mi piel
yo comprendo sus movimientos ella guarda el sol en las noches
en sus ojos filtraron el cielo su mirada es una paloma blanca
Ahora estoy caminando sin ella tal vez alguien hable conmigo
la risa de dientes blancos pone un punto al final de la frase
Dejo que mis pies cuelguen en la silla del bar una estrella agoniza en el vaso
una muchacha me sonríe desde la ventana pero sin responder a mi pregunta
sus brazos iluminan oscuramente desde su blusa blanca
un joven limpiabotas toca un ritmo de rumba con sus cepillos
Mañana iré a discutir con ellos acerca de todos los problemas del mundo
El tabernero me saluda soy un huésped puntual cada noche
estoy de pie en una parada le hago una seña al ómnibus
algún taxi aparece esta calle no es para extranjeros
Voy solo hacia mi casa detrás de las viejas casas
el mar saluda al sol y yo le tarareo al sol mi canción
Versión de Fayad Jamís
Elegía
No voy a ver el cielo sobre el mar
ni el barrio que se acerca con su negro
que nunca, nunca deja de gritar.
No sé cómo llevar a mi poesía
las paradas de guagua
con todo su rumor.
Me siento aquí como en mi propia casa.
El cafetero de la esquina me saluda,
me acomodo en la silla, saboreo el refresco
mientras del ruido multicolor
(me rodean mulatos, blancos, negros y zambos)
surge para todos
una canción
en una sola voz.
Francisco, el chino cocinero, viene,
con su eterna sonrisa, a preguntarme: «¿Qué tal?»
Caminaré por las arrugas de su cara para saber su vida.
Tal vez en este instante está en Shangai, con una copa en alto,
o acaso nada, lento, en las aguas del recuerdo.
¿Dónde estarán mañana el albanés Alí y Elenko, el búlgaro?
¿En qué ciudad brindaremos de nuevo, mis amigos?
El instante navega y me saluda,
quisiera descansar en este puerto.
Por estas calles viejas he paseado,
y ahora sobre mí
despliega el cielo sus velas azules.
Contemplo los veleros de las nubes. ¿Cómo vuelan las nubes en mi patria?
Elina vino a buscarme en su automóvil,
ella que ha comprendido perfectamente mi tristeza:
«Andrés,
México es
una flor seca, piedra negra.
Allá no proyectan las películas de Buñuel».
Tu tristeza es débil y fuerte,
dentro de ella,
yo me siento como el pez en el agua.
¿Por dónde andará Osvaldo, cuya conversación
cambia incesantemente?
¿Por dónde pasará con sus zapatos milicianos mañana?
El heladero no me espera
y el barbero tampoco (jamás me ha preguntado mi nombre o mi país).
¿Y dónde estaré yo mañana, mis amigos?
¿Quién sobrevivirá a este instante,
con la alegría de las caminatas entre los bares y tabernas?
A veces el cristal del cielo se rompía,
el viento del crepúsculo presagiaba tormenta,
y mientras, yo esperaba que saliera La tarde.
Como una sombra en bicicleta,
sobre sus ruedas de silencio
el día fue arrastrado por el anochecer.
Cristina (una vecina) me pregunta:
«Andrés, ¿qué tal?»
Esta tarde no volverá.
El tiempo es arena que cae.
Por eso yo pregunto de nuevo: ¿Quién robó
la alegría de mi alegría,
el cielo del cielo de Cuba,
la sonrisa entre dos abrazos?
Recuerdo: no sabía exactamente
los nombres de los árboles
tropicales, ni hablaba con el pájaro echado en una rama,
ni le hacía preguntas al crepúsculo.
¿Pero cómo describiré los días,
las calles retorcidas de la vieja ciudad,
donde la cinta del mar siempre se asoma,
donde el grito y el olor del café me saludan?
Dentro de algunos años este banco del parque será mi juventud,
ahora estoy sentado con el periódico en mis manos,
miro a los jugadores de ajedrez
mientras devoro mi helado de guayaba.
¿Qué he de hallar en las aguas del recuerdo?
Mi canción en un buque de papel
corta el mar entre dos adoquines de la calle,
navega en las crestas de las palabras
y vuelve en las máquinas ligeras de los «hola» y los «ciao».
En fin, para qué despedirme, mis amigos.
En Budapest, en La Habana o en México,
ya nos encontreremos en la vieja barra de un bar
donde la sonrisa de blancos, negros, zambos y mulatos
detiene al tiempo veloz.
Versión de Fayad Jamís
Miguel, el vecino y yo
El vendedor gordo en el atardecer (¿le comprarías esta penumbra?)
los poetas reposan y escriben sonetos en la hoja del cactus
el vecino trabaja en el jardín «Mataron a Miguel…»
el vendedor se aleja
detrás de él se quedan dos palabras
y en mi cerebro hay quince letras
escuchasteis: «Mataron a Miguel…»
Misteriosamente el vecino inclina la cabeza: «Miguel se ha vuelto espina…»
«Se ha vuelto espina – medito en mí mismo –
pincha, como si fueras tú, así no hiere nadie más»
migueles de mi patria
por un minuto
olvidéis los importantes
casos de mujer
el partido de fútbol
la lotería
la actriz
famosa
quien se bañó en la antigua fuente
(Miguel sin nombre está sentado en el periódico entre dos mujeres elegantes)
«Se acabó aquella época, pues no tengan ilusiones, la nueva
generación hace abstracciones, se discute sobre la frustración, en
lugar de lemas cándidos espera discursos sin puntuación, en los
mítines canta canciones cacófonas»
(Miguel sin nombre está esperando sin palabras entre las noticias musicales)
«Mira, viejo, eso es un teque para mí, yo tomo vino con sifón, y no
tomo marchas, que fastidien a otra gente en la fábrica, me asocio
a mi cuñado, el futuro es de la artesanía, yo ahorro para una casa
familiar, ¿comprendes?»
(Miguel sin nombre invisible está sentado sobre las estadísticas)
Qué otra cosa puedo decir yo
se va el vendedor con el cactus habla el vecino
un día cualquiera
como aquél
en que Miguel se transformó en espina
Versión de Yolanda Ulloa
Elegía en la noche
La culebra del ron sube en la pajita
pájaros pintados tiemblan en las ramas dibujadas sobre los ladrillos
la noche es una cantante enronquecida
en vez de pelo en la cabeza lleva un pequeño rascacielos
aquí están sentados revolucionarios y putas
delante de los cantantes se balancean los micrófonos
aquí puedes escuchar las canciones del siglo
el cuerpo de los amantes es una palma extraña
casi no se mueve al ritmo de la rumba
Bar al Futuro
aquí estoy sentado tamborileo una rara canción sobre la mesa
hoy por la noche pienso de nuevo en mi patria
guardo el sabor amargo de Tom Collins en mi lengua
¿a quién le canto yo?
pobre diablo
entre mis compatriotas
ellos viven en una paz saborizada de leche y no se emborrachan de la revolución
la muchacha mejicana me habla de la lucha de su patria
vino a Cuba y esta isla es hoy la patria de nosotros
en el vaso nada un hielo
empujo el pedacito de limón
también se empiezan a ir los últimos borrachos
las mujeres se quitan los zapatos sus talones crujen sobre las piedras
los músicos de la noche tocan el último número
en la esquina viene un miliciano
un camión cargado de rumores
en el café alguien empieza a silbar alegremente
(un día compraré el disco de esta marcha para mí)
qué magos robaron los milagros del siglo de mi patria
los pájaros de las canciones temen aún volar
llevo a casa la canción de Cuba
por ella escuché la noche
esta canción es oro filtrado de la arena de una época extraña
Versión de Yolanda Ulloa
Viaje con preguntas
Quién se sentará en esta cafetería cincuenta, ochenta, ciento veinte años después, quién tomará la cerveza, comerá el pescado, el pan, dónde estará el ágil muchachito, de su bolsillo cae el pasado, sin recogerlo nadie… Recordáis a quienes discutimos sobre los artículos de periódicos, contamos a los muertos, nos preparamos para el partido de fútbol, «¡pst!, el presidente hizo una declaración, el régimen de Castro es transitorio», «el domingo vamos a trabajar, hay que cortar caña», «la revolución cubana es del siglo pasado» – dice el que regresó de unas vacaciones de cuatro semanas, exactamente en aquel momento cuando se murió conforme a la época Pedro, el traductor que se rió siempre. «En Budapest nos encontraremos, ¿para qué despedirnos?» Tendría que ser un pintor abstracto para pintar un cuadro sobre mi hermosa época, asquerosa, soy uno de los muchos millones, que puede preguntar en nombre de la inmensa mayoría, aunque sólo sean dos negros al lado de la universidad de Mister Lynch, cuatro guerrilleros emboscados en el monte del Señor Traición, o un pueblo que se prepara para los carnavales en la Isla de la Libertad.
(Pregunta para los nietos de los vencedores del antaño)
Ayer vi el filme La Tragedia optimista,
y después
me acompañó a la calle Aleksei
con guitarra y no con acordeón.
«Vivimos en una tragedia optimista?»
preguntó él o yo
en medio de la calle,
entre dos niños montados en patines
cuando vino de frente
el nieto de Aleksei,
o el bisnieto tal vez,
José o Juan.
Era más soviético, confieso,
con su cara latina,
y al cinto su revolver,
que los alekseies refinados,
aparecidos en la literatura,
estos muchachos que desdicen
a los abuelos
porque para ellos el pasado
solo un cumplido de cinco minutos.
No me aleccione nadie
por esta idea rara
así: «El pasado se acabó,
son inútiles los héroes.»
Qué respondéis, si pregunto
en nombre de Aleksei o de
su nieto cubano quien murió en el mar,
si pregunto silenciosamente:
¿Dónde andan hoy los alekseies?
Viene el Gran Mago con la paloma de la paz de una revista humorística, debajo del ala de la paloma se esconde secretamente la United States Steel, please, please, el tipo de interés de las negociaciones, la Gran Atracción, la famosa Atracción…«¿Quién vio la sangre, Ngog, Mihail, Pedro?» En la sala de espectadores se ríen los señores: «Estupendo, pues, buen negocio es la paz si la saborea el aliño vietnamita, la sangre panameña es más excitante que el ron.» Miro la mañana, el amigo de Ngog se murió en su aldea de techos de paja, indefensa, adonde voló ayer la paloma del mago… Pido la paz en nombre de mi amante, yo la imagino como si fuera mía, pero ella abraza a otro con la palabra alegre, y le ríe con una risa blanca….
Primero llegó
tu nombre:
«Digna»
Por los caminos
de la canción
te encontré.
Delante de una pintura abstracta
se escapó de tus ojos
el antílope blanco.
Luego empezó a hablar
tu cabellera:
tu abuelo negro
subió hacia mí bajo sus zarcillos.
Pequeño continente, caminaría por tus caminos
hasta tu muslo hermoso
donde descansa el viento del amanecer.
Mis ojos
evocan siempre
el ser ajeno de los antecedentes;
en los ojos de mi padre
vivió así la soledad
en Budapest bombardeada.
Muerte en los crematorios.
Muerte en los cañaverales.
Muerte en la orilla del Danubio.
Muerte en Santiago de Cuba.
Muerte entre los enmascarados de Ku-Klux-Klan.
Muerte en el libro del administrador de Auschwitz.
En el barco
¿de qué miedo
está navegando este amor?
(Panama responde: «Soy sangre cuajada en el mapa enorme
que se extiende desde América hasta Vietnam.»)
¿Conocéis este mapa?
¿Lo hundiríais tal vez
en el bolsillo del chaleco,
en la cartera diplomática,
o en el hospital
donde famélico
yacía el escritor, Kálmán Sándor
con sus novelas no escritas
ya
para siempre sin palabras?
Por eso pregunto.
¿hasta cuándo hablará el miedo
en el momento más hermoso?
Dos nombres en el mapa enorme,
traemos la alegría desconocida
del futuro del dolor conocido del pasado,
este amor
es el nieto de los abuelos muertos.
Como un cartógrafo loco quien dibujaría nuevas tierras en el océano inmenso, estoy buscando en ustedes un nuevo continente entre los grados de latitud desmedidos del Cinismo y de la Indiferencia. Oigo la risa detrás de mí: «Nos descubre al fin un Nuevo Mundo!», pues vosotros os sentís bien en vuestro mundo de habitaciones , donde en las cunas lloran alegremente vuestros bebés con derecho a la jubilación. Olvidáis los nombres de los muertos, «pues digo francamente, en la época de la bomba atómica yo soy pacifista, el partidario del humanismo.» Viene la juventud de la Bomba del Hidrógeno con sus putas y con sus desocupados, «para qué trabajar, vamos a morir todos». Mi amigo hace un ademán: «¿vivir? ¿para qué?», su padre escribió sobre una pared de la cárcel: «¡vencere-mos!», «el viejo no fue intelectual», llora su hijo, y ve milagros en el ron. Para terminar un fragmento del libro de negocios de la United States Steel: «si el temor nuclear cambia demasiado el ambiente del mundo la falta aparente de ganancia de nuestras inversiones de armas de este año producirá intereses con pingües ganancias en los años próximos…»
(Poema sobre las palabras, con preguntas)
¿Conocéis esta palabra: « mía?»
la inmensa mayoría, por ejemplo,
la olvidada fácilmente.
¿Conocéis esta palabra: «soledad?»
Por ejemplo, el negro de Harlem
con un nudo democrático en su cuello.
Es un punto de vista solamente
la soledad ¿de quién es?,
que significa: «mía» y «soledad»
La plaza pregunta, donde estoy parado, pueblo en las tierras donde no anduve, pregunta en los cines del bulevar, en maldiciones, en las risas, pregunta Fígaro, Sancho Panza, Kosevoi y el pueblo sin escritor en una novela sin escribir…
Pregunta el pueblo (el conocido
desconocido en Hanoi, en Pest),
sencillamente pregunta: «¿cómo estás?»
«hola», y conversa conmigo:
«mundo», «paz», «revolución»,
no encuentro yo solo la respuesta.
Pero el pueblo no me pregunta y me responde: «veinte y seis estudiantes murieron en Panamá», muertos se sientan a mi lado en la banqueta del bar, porque ellos viven, es deceso mineral solamente en sus cuerpos la bola, el gas, la bomba, porque ellos viven, «cuando vendrá Fidel» – dicen en Madrid, en Venezuela, «yo le parí doce niños, todos conocen de su andar por la montaña» – murmura la indígena, responde el pescador atando la red, el constructor de carreteras quien se convirtió en poema invisiblemente en la esquina de Körönd, el niño con su pelota en la plaza, el vendedor de periódicos con el nombre del primer astronauta, obrero cansado que compra billete de tranvía para el futuro en la noche…
Espero la paz en nombre del constructor de tejas,
de los ladrillos, del vidrio, del techo,
de hombres y mujeres y niños.
Yo
pasando por el medio del siglo
(en la noche y delante del amanecer)
espero el tiempo de la paz
en nombre de los muertos vietnamitas
(en lugar de mi amigo Ngog, y de su amigo
quien murió en una carta).
Con gusto diría:
«flor», «verano», «cielo del amanecer»,
pero
desgarran las flores del verano
la bomba, la mina, el gas,
los Miedos Unidos explican
con sus ministros pulgarcitos.
(Última respuesta)
Digo a la vez: «paz», «pueblo»
sin « pueblo» «la paz» es despoblada,
conozco estas dos palabras juntas,
en húngaro son siete letras: «paz», «pueblo».
Al amanecer se extiende sobre mí el cielo,
traigo en mi palma siete letras,
para mí y para otros declaro:
«tendremos paz una vez en nuestra calle…»
Conmigo escribe el poema el pescador,
el taxista, el camarero, la mujer,
el camino, la cafetería, el puerto,
donde un pueblo alegre toma, charla
(de día, de noche o antes de amanecer),
engendra un niño, y el futuro seguro.
Versión de Yolanda Ulloa
Canción
Tu patria es la mía
tu almohada es mi almohada
si no existiera el amor
por ti lo inventaría
Versión de Yolanda Ulloa
ME VISITO A MÍ MISMO
Tócame en la puerta,
¡amor!
Ríe para mi, estoy solo, te espero.
De nuevo ríeme con su cara.
Nunca caminaba hacia ti suplicando,
solamente te esperaba, como los tristes
adolescentes pueden esperar en la noche.
El corazón sigue latiendo, ¡pero se aburre!
Más bien aullaría y miraría la luna.
Con sus ojos mírame, o no me mires
nunca jamás, si es de noche que sea de noche;
como la noche del que van a ejecutar
y tiene tiempo para pensar hasta mañana que reviva
su último sueño o espere despierto
al apocado carcelero que llega a conducirlo
tan seguro como el amanecer.
Versión de Yolanda Ulloa
Encuentro con A.S.
Está nervioso, y no sabe que yo sé que está meditando
no ha sido definitivamente de otro
la muchacha a quien conoció dos semanas antes de su viaje
en el restorante Berlin, y sin quien
ni pudiera imaginar
su vida,
pero a mí me habla
de otra cosa, y no sabe que yo
sé por qué está intranquilo, si sospechara, me dejaría
porque es altivo y no le gusta si
conocen sus secretos.
Versión de Yolanda Ulloa
Me visito a mí mismo
Me visito a mí mismo,
me interesa
lo que hago en la calle Kupeczky,
lo que estoy discutiendo con papá, el lunes de 6 a 7
corrijo la pronunciación de Peti, el miércoles
voy a la calle Fillér, llamo por teléfono a Kati, está traduciendo algo,
esta semana es imposible, pero llámame el domingo,
Éva tiene frío y sueño, por la mañana no sonó el despertador,
tengo que llegar a las 8 a la escuela Szinyei, es penoso,
tiene la primera clase, casi seguro toma un taxi,
a las 2 hay reunión, me irrito, por supuesto,
este Simor sólo piensa en asolearse con el sol cubano,
¡no se ocupa de mí!
Versión de David Chericián
A la 1 y 22 de la noche
Uno recibe cartas de su casa,
se alegra de la letra desigual de su padre,
después, entre la noche, a la una y 22,
quisiera oír el suspiro de su padre,
en ese mismo instante no
lo intranquliza el mundo ni
lo que ha de hacer mañana, sólo
quisiera oír el suspiro de su padre,
mirarle el rostro de perfil
cuando duerme sentado,
tendría que irse a casa, piensa, y ahora mismo,
sabiendo, el tonto, que se queda
aquí hasta agosto, pero ahora
quisiera oír el suspiro de su padre,
pero inmediatamente, en este
mismo momento, a la
1 y 22 de la noche.
Versión de Eliseo Diego
Si se apaga la luz
Si se apaga la luz,
no interrumpas
la conversación que comenzaste, en la oscuridad
no eres diferente, no olvides que algunos se alegrarían mucho
si cambiaras de tema.
Pero ¿por qué cambiar de tema?
eres el mismo de hace unos minutos,
busca una vieja lámpara, prosigue
la conversación, no gesticules, pues ya no hace efecto,
habla concretamente, no, señor, usted se equivoca,
en vano abriga esperanzas, en vano calcula,
tú sigue como antes pues eres el mismo,
tú debes terminar tus frases.
Versión de Fayad Jamís
Página de diario
A las 2 de la tarde la guagua turística
me llevó a Alamar donde se construye una ciudad nueva,
de las 3 y 45 hasta las 4 y 30 remaba
en el lago Presa de Ceiba,
de las 4 hasta las 6 paseábamos en la ciudad,
ahora son las 9 y 30
estamos en la sala de la tele donde nerviosamente
miramos el programa sobre Attila József, mientras tanto
carraspean y miran sus relojes los técnicos extranjeros
quienes solían coger a esta hora
el canal de Miami.
Versión de Yolanda Ulloa
Mis compatriotas
En general me preguntan,
si como pescado
si soporto el arroz y qué opinión tengo
de los españoles (así llaman a los cubanos)
traen a sus mujeres, y sus mujeres al ver las vidrieras
casi todas se echan a llorar.
Versión de Yolanda Ulloa
1964, 1972
El que permanece aquí entra
en la casa donde vivió antes,
charla con alguien que fue su amigo
en el año 1964,
la casa es la misma pero no es la misma,
y languidece la charla, al fin
el que permanece aquí comprende
que no puede regresar al año 1964,
y en la cuarta semana después de su llegada
se resigna, es inútil buscarlo.
Versión de Yolanda Ulloa
Como si fuera un espejo
Miras la ciudad: ¿fuera ésta La Habana?
Vacío el mar y la calle vacía.
Sin ella te despiertas cada mañana.
Si ella no está contigo ¿para qué escribir sobre ella?
Si ella no está contigo ¿para qué escribir sobre ella?
Sin ella te despiertas cada mañana.
Vacio el mar y la calle vacía.
Miras la ciudad: ¿fuera ésta La Habana?
A tu lado está sentada, ¿y se perdió?
La ves y no la ves – ¿cómo puede ser?
Si no la vieras nunca jamás, ¿la tuvieras más?
Si no la vieras nunca jamas, ¿la tuvieras más?
la ves y no la ves – ¿cómo puede ser?
A tu lado está sentada, ¿y se perdió?
Versión de Yolanda Ulloa
Variación sobre un poema de
César Vallejo
I.
Unos se tiran de cabeza al río.
¿Hablaré del audaz arco del puente?
A Robeson le pegan por la calle.
¿Alabaré después al Metropolitan?
Les enferman la tierra a los hambrientos.
¿Me asombrarán sus médicos, entonces?
Pelan al rape a una muchacha negra.
¿Disfrutaré a la linda «Miss» del año?
Muestran al indio humilde en sus corrales.
¿Quién va a tratar con ellos del futuro?
El leprosorio de Quynh-Lap destruyen.
¿Compartiremos temas culturales?
Un paria duerme con el pie a la espalda.
¿Hablar, después, a nadie de Picasso?
Steinbeck sube al avión en uniforme.
¿Le haré un ensayo por sus viejas glorias?
Charlan sobre la paz junto a la horca.
¿Conferenciar, después, sin un revólver?
II.
A este le canta el hambre en el estómago.
¡Supiera de Beethovan, de su cólera!
Un herido contempla sus entrañas.
De conocer a Puskhin, lo haría suyo.
El maniatado pugna por librarse.
Mentara a Lorca, pero qué es su nombre.
Aquel busca refugio en lo lejano.
Rimbaud seguro que sería su amigo.
Otro aguarda una bala en la cabeza.
Ignora que es ya un cuadro de Derkovits.
Un niño pinta con betún a solas.
Nadie le ha hablado nunca de Siqueiros.
La miseria hizo huir al viejo József.
Jamás leyó los versos de su hijo.
A los sin pan habrá que presentárselos.
La poesía también les hará falta.
Versión de Eliseo Diego
Guillermo Lobatón Milles
Esta página quiero llenarla con tu nombre
Guillermo
Lobaton Milles
futuro profesor de la Sorbonne alumno de Leipzig
que has visto en las bibliotecas de Europa
la lluvia cae sobre tu Lima como en un poema
triste de Vallejo
discutías en París sobre los Poemas humanos
pero sabías
que los campesinos peruanos no esperan poemas
Guillermo Lobatón Milles
por eso tu cátedra se ha vuelto
la montaña del Perú y los guerrilleros tus alumnos
no escribiste bibliografía sobre la lucha de Túpac Amaru
empezaste nuevamente la lucha de Túpac Amaru
Guillermo Lobatón Milles
nieto de indios peruanos
en Budapest no conocen tu nombre
siento vergüenza por eso
y quiero con tu nombre llenar esta página
muerto sin enterrar
más vivo que los vivos
Guillermo Lobatón Milles
Guillermo
Versión de Yolanda Ulloa
Aniversario
Corona al héroe corona
corona al héroe quién por nosotros
sacrificó corona corona
velo sobre la estatua delante de ella la banda militar delante de ella el orador de fiesta
allá está quien le cerró la puerta
allá está quien temía allá está quien escupió allá está quien luchó contra él
corona al héroe corona
corona al héroe quien por nosotros
sacrificó corona corona
toca la banda habla el orador quien antaño
que viva el héroe quien lo mira es el poli el chivato
cabezas de folleto columnas de papel que viva el héroe quien por nosotros hizo
corona al héroe corona
necrólogo en la máquina de escribir necrólogo entre los dedos gordos necrólogo en la boca
burlona
necrólogo chalé parcela malversación de fondos necrólogo que viva la casa del goce
aniversario inaguración de estatua el recuerdo sacrificio fiel
aniversario que viva el héroe quien viva el héroe quien viva
ruido de tambores pitos chillando hace el homenaje quien lo sopló
diecinueve cuarenta y cuatro cincuenta y seis velo sobre la estatua
corona al héroe corona
aparece la televisión cae el velo se golpean los címbalos
que viva el héroe que viva el aniversario que viva la fiesta
lamedores de pie arribistas que viva el aniversario suenan las condecoraciones
banderas de seda diplomas pensión de jubilación de viuda que viva la fiesta
dónde está el fango dónde está la sangre dónde está el sudor
dónde está el héroe de los pobres de antaño quien miró
lejos dónde están sus hijos que ven lejos sus hijas que nacieron para el amor
dónde está la calle que ellos planificaron dónde está la casa que fue levantada por sus manos
solamente está la estatua la nada rígida en la piedra
condecoraciones con banderas de seda con diplomas
allá está quien temía quien escupió quien luchó contra él
la banda toca habla el orador de antes
qué buscan aquí los valientes de barricadas de oficinas los héroes de párrafos
los oradores de brindis de parlamentos los que levantan las copas en los banquetes
ellos no cantaron dirigen el ataque de los campesinos ellos no cantaron será la lucha final
ellos no tiemblan los moncadas los campamentos los paulo condors
mañana no los valientes de papel pero los guevaras los ho shi minhes
junglas montañas ríos hombres conocedores de junglas montañas ríos ellos vendrán
aniversario en las junglas aniversario en el fondo de las cárceles
aniversario bajo los golpes aniversario en las montañas
pueblo amarrado pueblo que está boca abajo pueblo con fusil pueblo de la victoria
Wladimir Ilich en las junglas Wladimir Ilich en el fondo de las cárceles
que viva el héroe quien por nosotros por nosotros
que viva el héroe
Versión de Yolanda Ulloa
Una herida, pólvora
Llegó tanta noticia del silencio
de la ciudad lejana, como si en ella
sólo se abrieran flores a la muerte y nadie
oyera el ruido que hizo el helicóptero.
Sin embargo hoy
la muerte de Miguel Enríquez,
abrió una herida, una explosión
en el periódico de la tarde,
y una media columna habló de él.
En esta noticia no se abrigaron
pájaros secos de compasión,
pasó solemne y silenciosa.
No es esta una noticia,
sino una herida, pólvora.
Versión de Yolanda Ulloa
Despedida
La casa de los amigos chilenos está vacía.
Hasta mí, regresaron los recuerdos
sus paredes sin nada
los armarios se abren desolados
sin abrigar ninguna cosa
ningún sueño.
Hay calles en Budapest
por cuyos alrededores no quisiera volver
y si tengo que hacerlo, paso de largo.
Versión de Yolanda Ulloa
Ármame
Dichoso el tigre – tiene dientes,
también el oso – garras tiene,
y a mí ¿qué cosa me defiende?
Señor ¡tenga yo garras, dientes!
Creador, a que tú creaste
según tu imagen – no lo armaste
ni defensor le procuraste
al que no rasga o muerde a nadie.
Lo muerden los de diente armados,
los otros rásganle el costado.
Mientras se lame, así callado,
¡endiéntalo, Señor, engárralo!
Versión de Eliseo Diego
La otra posibilidad
Me desperté por la mañana
y tuve la sensación que me falta Yolanda.
Aquí se queda mi mejor ser,
no me acompaña a casa.
Juntos vamos a comprar el pan
al panadero que abre muy temprano.
Cortamos en pedacitos la carne,
cada uno come su pequeña ración.
Negrita salta, ladra
cuando uno de nosotros abre la puerta.
En la noche del mundo
nos ilumina la luna.
Versión de Yolanda Ulloa
Optimismo
En la bahía
está anclado como un barco
Rubén Martínez Villena,
el poeta.
Esperaba
que le llenaran
con naranjas,
toronjas
en cajas de madera.
Le gustó el ruido, el alboroto.
Escribió sus versos en el mar
sobre el gigante que con mil brazos
trabaja y con enorme paciencia
come el arroz, y los frijoles.
«Ésta es la más bella aventura de mi vida» –
dijo
y se echó a navegar.
Versión de Yolanda Ulloa
Elegía recordando al poeta
yugoslavo Radovan Zogovi y al
poeta salvadoreño Roque Dalton
Queridos muertos, sus caras son vivas, las veo,
como si estuvieran entre nosotros, vivos.
Uno es un orgulloso olivo que señala al navegante lejano
aquí tenemos nuestra orilla, nuestra orilla no desapareció.
El otro está más cerca, su cementerio es el Salvador,
de donde oigo su voz, sus versos aciertan al blanco.
Como si el vivo viviera menos, yo que recordándolos
a ustedes no duermo, espero el fin de la noche.
Duerme Guanabo, la media luna tropical duerme sobre nosotros,
duerme el mar, duermen las olas, duermen en la orilla las conchas.
Pescadores presurosos esperan los peces en pequeños botes,
guardan el botín como el futuro, para que no lo robe
la maliciosa agua azul, que no se lo robe la tempestad.
Como si fuera suyo el bote, como si
fuera suya la red que guarda el futuro.
Está terminando la noche, se desgarran las nubes,
Las caras de ustedes están en el cielo, ¡cuánto viven, cuánto!
Versión de Yolanda Ulloa
Ser fósil
Me hundo una vez, hasta al fondo
donde cantan las ballenas.
Como si fuera pariente
de barcos viejos, muertos.
En lo profundo del gran océano
me espera fría, rígida, la noche.
Lo que me martirizó arriba
para allá no me acompaña.
Sabios seres del mar vendrán,
para rodearme lentamente.
Miran al raro ser fósil,
al hombre abismal.
Versión de Yolanda Ulloa
Fuit
Si el amor se ahoga
no aparece un delfín,
sólo en terrible agua
patalea hasta que se hunde,
no lo ampara ninguna huella,
arriba está sereno el mar.
Versión de Yolanda Ulloa
EL POETA Y EL PUEBLO
Plegaria
Último, loco amor,
lo único que me quedó,
mientras todo se cae en pedazos
por lo menos guárdate tú.
Náufrago en el mar
entre los terribles tiburones
último, loco amor,
que no te trague la niebla.
Mi isla tirada por la tempestad,
pedacito de tierra que es mi patria,
mientras todo se cae en pedazos
es lo único que me quedó.
Último, loco amor,
que no te trague la niebla,
por lo menos guárdate tú
entre los terribles tiburones.
Versión de Yolanda Ulloa
Cuba
Resisten las palmas,
el paisaje esconde la tempestad,
se queda la tierra, el cielo
y bajo el cielo el pueblo.
En la ciénaga llora el caimán,
levanta la cabeza,
resiste la caña cristalina,
es un misterio, cómo, por qué.
El cáctus afila las espinas,
no pierde su fe,
el largo lagarto se despierta,
todavía saca las uñas.
Mi vida allá, mi vida aquí,
no la de otros, sino la nuestra,
despierta el alma resiste,
es un misterio cómo, por qué.
Versión de Yolanda Ulloa
Treinta años después
A su muerte a Guevara-Szilveszter
algunos los llamaron aventureros,
a Szilveszter de Petőfi de igual modo
por aquel tiempo se llamó aventurero.
Caminó el mundo hacia atrás como un cangrejo
hasta que llegó a nuestro presente,
desde entonces ya nadie quiere
que la enorme uva se madure.
Muerden sus partes aún comestibles,
hormiguean en ella bichos, hombres,
se cayó del rácimo del universo,
la gran fruta cada vez es más enferma.
El poeta desesperado tampoco cree
en la fiesta que todavía vendrá una vez,
siglo y crimen llegan a su último punto,
ayudarnos no se puede.
¿O tal vez sí? Pues no vivió en vano
quien llegó a su fin treinta años atrás.
Ahora mira hacia galaxias más confiables,
cuenta con la imaginación, ¡el infinito!
Guevara estrecha la mano de Szilveszter,
libera pueblos desconocidos,
vence en otro planeta, y se echa a andar,
lo esperan sistemas de estrellas oprimidos.
Versión de Yolanda Ulloa
Variación a un poema de
Nicolás Guillén
Un día llegará la muerte
se detendrá en mi umbral
que sonriendo me encuentre.
«¿Cómo está?»- dirá ella «¿Y usted,
parada aquí en el umbral?»
«Yo bien.» «Gracias, yo también.»
Es como una buena amiga,
no esconde su corazón, y su palabra,
no es costumbre en el más allá.
Pregunta, ¿qué dejo aquí?
Las orillas de una isla verde
donde habita el porvenir.
Antes que me lleve allá
si hay que irse sin remedio
lejos y cerca estará.
Mi pedido ella escucha,
y allá se lleva mi sombra
bajo las palmas reales.
Versión de Yolanda Ulloa
Elegía de Guanabo
El sendero donde corrió Terry
le creció la yerba desde entonces
la voz de la niña se la llevó el viento.
Sale Chicho delante de la casa
y si llega un vecino por la acera
charla un poquito de temas diferentes.
Allá viví y es como si viviera ahora mismo,
tan cercana está la casa…
y por la tarde voy de compras al mercado.
Llegó boniato, y malanga,
estoy buscando los mejores,
no hay que apurarse, me espera el tiempo.
Allá me espera mi tiempo, no se acaba nunca,
se paró el minuto,
no hay minuto más eterno.
Versión de Yolanda Ulloa
Para Andy García muchachito
cubano de cuatro años quién dibujó
una estrella de color
azul y la nombró «La estrella
solitaria»
Desde que el hombre mira al cielo
la estrella aquella, hoy tiene color azul,
fue y sigue siendo su esperanza.
Vino de lejos y arde lejos,
su color azul es rojo de verdad
me ilumina hasta la tumba.
No prohibe maldición la llama,
guardan el color rojo-azul del sueño
mundos de aquí y de allá lejos.
Qué gran fe tienes, pequeño Andy,
es infinita como el cielo sobre nuestro corazón,
nos quedaremos como el relámpago.
Versión de Yolanda Ulloa
Mensaje
Entre sus corazones y el mío no habrá diálogo –
escribiste como un verso del poema Marzo
en verso libre, y yo
me alegro de que no lo hayas cambiado
para formar del verso un verso más fiel.
Porque así Attila József lo dice hoy,
dos años antes del nuevo milenio
como una verdad que dura siglos:
Entre sus corazones y el mío no habrá diálogo.
No habrá diálogo
con los destructores,
mentirosos de la humanidad,
es decir con los explotadores,
aunque los explotados en su desesperación
se inclinen a hacerlo;
tras los hitlers, hruschovs, gorbachovs
no habrá diálogo.
Este no me anima en los momentos más desesperados
sin lugar a duda
y entre todas las dudas.
Este no
lo convierto en soneto, glosa, triole,
porque otra arma no tengo.
Gracias, Fayad Jamís,
por el nuevo verso de Attila József.
Con este verso envía su mensaje
para el futuro proletario trasladado a no se sabe cuál galaxia.
No tenemos motivo para hablar de otro manera,
porque nuestro corazón solamente se queda
si entre sus corazones y el nuestro no hubiese diálogo.
Por debajo del poema
El poeta Fayad Jamís ha creado a Attila József en idioma español. Él fue mi primer amigo cubano, desde 1963 trabajamos juntos sobre las versiones. Un verso del poema Marzo fue interpretado por él en la voz revolucionaria de la generación de poetas latinoamericanos de los años 60: «entre sus corazones y el mío no habrá diálogo», como si hubiera sido escrito este poema por Otto René Castillo guatemalteco, Roque Dalton salvadoreño, Víctor Valera Mora venezolano, o por el mismo, Fayad Jamís cubano. «Lo corregiré» – me dijo, una vez.
Fayad Jamís no vivió la traición de Gorbachov, ni el desmoronamiento de la URSS, murió tres años antes con cáncer de glándulas linfáticas. Un año antes de su muerte me encontré con él en La Habana, tenía planes, quería ampliar su tomo de Attila József. Discutimos sobre Gorbachov, yo lo consideré como un peligro principal entre los políticos actuales desde el punto de vista de mantener la posibilidad socialista, y dije que lo que no pudo alcanzar Hitler, él lo alcanzaría, (Naturalmente no pensé que el desmoronamiento de la URSS ocurriría como si lo viéramos en una película de Hollywood.) Fayad Jamís tampoco confió en Gorbachov, pero mi opinión le pareció exagerada. «Le decimos a Gorbachov que en esta isla vive un pueblo rebelde, que no capitula» – recuerdo tal frase de nuestra conversación y que también mencionamos el poema Marzo. En aquel entonces Fayad ya no quiso cambiar el verso citado. «Attila tuvo razón , Andrés – dijo –, pero la razón del traductor es también válida en este caso.»
Pienso que esta frase pertenece a nuestra discusión política que al fin y al cabo no era discusión. Más aún, esta frase respondió a mi ira desesperada. Fayad Jamís contestó guardando el verso transformado de Attila József: «Entre sus corazones y el mío no habrá diálogo.»
Versión de Yolanda Ulloa
Oleada
«Nos zambullimos» – pregunta el muchachito,
y se va
con su padre hacia el mar.
Se van delante del reloj
que no tiene agujas.
«Primero miremos la ciudad de los cangrejos» –
dijo el muchachito.
Miraron la ciudad de los cangrejos.
Luego
se zambulleron
en el mar Caribe.
Allá se van,
los veo.
El viejo Sergio
espera al muchachito
para jugar a la apuesta de pedos.
El padre no sabe
que tal día
recordará por siempre.
Versión de Yolanda Ulloa
Paráfrasis al poema El gigante de
Rubén Martínez Villena
¿Y qué hago yo aquí donde no hay nada
grande que hacer?
Esto lo pregunto por la mañana cuando me despierto
con dolor de muelas y el deseo de orinar,
y durante el día cuando leo el diario
se me va el resto de mi fuerza vital,
y luego cuando obligatoriamente
empiezo hablar con alguien,
qué hago yo aquí donde no hay nada
grande que hacer,
ni en el pasado,
ni en el futuro
y nadie oye mi grito,
el socorro escondido en palabras
cuando con el Señor de los Poderes Obscuros
empezaría luchar
por última vez, antes de la última estación.
¿Qué estoy esperando?
¿Qué?
¡Pues no hay salida de este sufrimiento!
Mis manos, las dos vacilantes,
me las pongo en la cabeza
y a pesar de todo estoy esperando,
¡esperando!
Versión de Yolanda Ulloa
En el estilo de José Martí después
de un ataque anginoso
Hay que vivir audaz como vivió
el Homagno audaz de José Martí.
«No acaba el alma humana en este mundo!»
Y dijo: «es buena la vida, porque es libre,
ni el amor, si no es libre, da ventura.»
Por eso rebela y arde mi poema
aunque no corra en fácil llano
ni llene de fragancias el palacio
con la lava valiente de metáforas,
sólo deja documentos de mi vida
y de mi pulmón cuya herida no muestra
porque hábiles isótopos lo cubren,
pero está abierto invisiblemente
y es poca su alegría en el suspiro.
Aullará mi pena, porque no me gusta,
y no es para mí escudo noble.
Peces me abren la boca y no soy pez
ni ballena que vive tragando cangrejitos,
solamente el mundo es magno
océano sin agua donde pueblos esclavos
como cuerpos muertos arrastran una carga oscura.
Veo los ciegos de Saramago,
pero no veo cuando desaparece
de sus ojos la ceguera blanca,
el sol no da luz, ni sombra el árbol,
eso es lo que veo y nada más.
Oh, querido Homagno, dame un poco
del bálsamo de tu valentía
para que pueda odiar lo odioso,
despreciar lo que es despreciable
en favor de la vida que siempre vive,
y que escriba el poema como el espantado caballo
que en los troncos secos mira
las garras y los dientes del tremendo lobo
o como mira la res, el puñal que le atraviesa,
entregándome sin entregarme
y que puesto en el yugo de pie, mande un recado audaz.
Versión de Yolanda Ulloa
Contestación de un americano
meridional a un caballero de
Europa
El Libertador en estos momentos se habrá ocupado
de escribir una nueva Carta de Jamaica.
Heinz Dietrich
Más de un siglo
que empezaron
las barbaridades
que los norteamericanos
cometieron
en el grande hemisferio de Colón
Barbaridades
que la presente edad
ha rechazado
como fabulosas
porque parecen
superiores
a la perversidad humana
El velo se ha rasgado
ya hemos visto la luz
América combate con despecho
¿No está
el Nuevo Mundo
entero
conmovido y armado para su defensa?
Unidad o Muerte
Socialismo o Muerte
¡Qué!
¿está la Europa sorda?
¿Permite
que una vieja serpiente
devore
la más bella parte de nuestro globo?
¿No tiene ya ojos
para ver
la justicia?
Nosotros
somos
un pequeño género humano
poseemos
un mundo aparte
cercado por dilatados mares
Estábamos abstraidos
ausentes del universo
en cuanto
es relativo
a la ciencia del gobierno
y administración del estado
¿Qué puede ponernos
de fundar
un gobierno libre?
Es la unión
ciertamente
mas esta unión
no nos vendrá
por prodigios divinos
sino
por efectos sensibles
y esfuerzos bien dirigidos
Unión o Muerte
Socialismo o Muerte
Soy de Vd. etc. etc.
BOLÍVAR
Poema ocasional en La Habana
Este hombre
que está
en casa de Yolanda
y Roberto
no soy yo
es
el otro
habla sin cesar
de boberías
y
de todas las cosas
serias del mundo
no conoce la tristeza
nunca se pone
melancólico
habla
hasta que se quema el arroz
que Yolanda
cocina
Cuarteta
Balcones vacíos, persianas cerradas.
¿Dónde está el pueblo?
Roberto me pregunta, y responderle
yo no puedo.
Pequeña canción tonta
Ella me quiere
y yo la quiero.
Escribo su nombre
según su pronunciación original.
Y le digo: «morita».
Ay, morita,
si tú eres morita,
yo soy moro.
Nota: El poema Contestación de un americano meridional a un caballero de Europa lo escribí en húngaro utilizando las palabras de la versión de János Benyhe, y luego lo traduje al español sacando las palabras de la carta original de Bolívar. Los poemas Poema ocasional en la Habana, Cuarteta, Pequeña canción tonta los escribí originalmente en español.
Encuentro en Guanabo
Nena
que tiene 92 años
me pregunta:
«¿Que pasó
en el 89?
¿No hubo
nadie que quisiera luchar?»
Ella es
como la vieja brasileña
quien
dijo
a Hugo Chávez:
«No hay vejez
solamente
juventud acumulada.»
Las envidio
yo
quien está antes de la vejez,
hijo
de Europa envejecida.
Versión de Yolanda Ulloa
Casa de San Miguel y Águila
Yolanda
con magia saca
sabores de milagro
del pocomucho.
Roberto
camina diariamente
noventa cuadras
y desconecta
la computadora
cuando
la tormenta amenaza
y se oscurece
afuera.
Son mis amigos.
Juntos
criticamos a los burócratas,
a los campeones de teque
quienes
preguntan
con ojos que salen de sus cuencas:
«¿Ustedes
no tienen carro?»
Versión de Yolanda Ulloa
El poeta y el pueblo
Cuando un indigente sin casa
le pide dinero en el tranvía
nervisosamente se aparta de él,
como aquí, en La Habana
donde
le ofrecen tabaco más barato
a él,
al turista.
Tiene miedo
de los dientes negros,
es difícil
entrar en contacto con el pueblo
si tiene mal
aliento.
El hombre nuevo
no nace de clonación.
Miserablemente
consigue
el pan de cada día
vendiendo periódicos en Budapest,
acercándose con su guitarra
al extranjero en La Habana,
porque el dólar
es gran señor
y hay que mantener la familia.
Y él
que odia
a los reyes del dólar,
al presidente idiota
de los Estados Unidos,
no puede
entrar en contacto con ellos
a quienes excluyen
de los hoteles,
de los supermercados,
del mundo milagroso
de la informática,
y están parados en la calle
bajo el sol abrasador del trópico
o en el invierno mortal de Europa
y miserablemente
consiguen
el pan de cada día.
Versión de Yolanda Ulloa
El agua
Cuando el mar se embravece,
tiemblan
los continentes,
se les ocurre el pasado
cuando el agua
fue el único señor en este planeta.
Luego llegaron los peces,
los hombres peces
y empezaron a saltar en la orilla,
julios cesares,
napoleones
mientras el mar, el enorme animal prehistórico
los miró neutral,
esperando su tiempo
cuando abra la boca
y desapezcan
las europas,
las asias,
los lugares de los pequeños seres
quienes arrogantes
corren,
guerrean
juegan
durante su corto tiempo de vida
en los pequeños continentes
cuya existencia
él les permitió
el agua, el único señor.
Versión de Yolanda Ulloa